El Instituto Médico Valenciano y su Boletín (1841-1896)

José Luis Fresquet Febrer

Profesor titular. Instituto de Historia de la Ciencia y Documentación
(Universitat de València-CSIC)

Adorno

La fundación del Instituto Médico Valenciano y el marco historicocientífico
El día 6 de marzo de 1841 apareció en los periódicos valencianos un anuncio que decía:

“Se invita a los profesores de Medicina, Cirugía y Farmacia que gusten concurrir a casa del que suscribe, calle de las Monjas… número uno, para tratar del establecimiento en esta capital de un Instituto Médico Español, igual al que se fundó en Madrid el año pasado y que tantas ventajas reporta a esta ciencia en beneficio de la humanidad. La reunión será a las cuatro de la tarde del lunes ocho del corriente.- Luis Beltrán” (1) .

Este fue el comienzo de lo que en unos días llegaría a ser el Instituto Médico Valenciano, institución extraacadémica que, salvando muchos obstáculos, perdura en la actualidad (2). Luís Beltrán y Besante era hijo del cirujano Baltasar Beltán. Nació en Valencia en 1783. Estudió medicina en su ciudad graduándose en 1811. Fue médico de los hospitales militares. Ejerció también en Nava de Ros hasta que en 1820 fue titular de Benifaió de Falcó. En 1822 se presentó a una plaza de médico segundo del Hospital, que obtuvo, pero que le trajo muchos problemas por el sueldo, las intrigas y verse privado de la misma en dos ocasiones (1823 y 1842) por problemas políticos. También se presentó tres veces a un puesto de médico de baños, que no pudo conseguir. Al poco de fundar el Instituto vio muy mermada su salud y murió el 25 de julio de 1843.

A la reunión convocada por Beltrán acudieron treinta personas y otras once fueron representadas. La primera lista de socios incluía ciento sesenta nombres que se incrementó a doscientos treinta y seis al finalizar el primer año de su existencia. A la vez se constituían otros institutos parecidos por todo el territorio español: los de Álava, Guipúzcoa, Lucena, Murcia, Pamplona y el que se llamó Instituto Español (3) de Madrid, entre otros. La mayoría fueron desapareciendo con el tiempo, pero el Instituto Médico Valenciano se mantuvo.

Luis Beltrán
Luís Beltrán y Besante (1783-1843),
fundador del Instituto Médico Valenciano
Instituto Médico Valenciano

El espíritu fundacional de inicio tenía el objetivo de crear una asociación que tomara acciones para la unión y fraternidad médicas, es decir, la defensa de los intereses profesionales, a la que se unía, también, la de rescatar del olvido las “extinguidas glorias de la medicina española”, una manera de recuperar la dignidad que, según muchos médicos de la época, se había perdido. Este último aspecto se vio colmado por la publicación de muchos artículos en el Boletín de carácter histórico, casi todos de clara influencia romántica. No obstante, como veremos, Juan Bautista Peset superó ese enfoque para adoptar formas más positivistas: indagación genética de los saberes médicos y una investigación histórica de la tradición médica propia.

En los motivos de la creación del Instituto observamos una clara influencia de la situación social y política del momento. La muerte de Fernando VII abrió una esperanza de redención a las “clases médicas”, ofreciendo la posibilidad inédita de lograr, merced a la asociación profesional, la dignificación del grupo profesional, la regulación del sistema de contratas en los partidos rurales y la mejora económica (4). Entre 1833 y 1840 se desarrolló la Regencia de María Cristina que se vio obligada a apoyar a los grupos más moderados de los liberales para defender los derechos sucesorios de Isabel II frente a su tío don Carlos. Una nueva constitución nacía en 1837 con un espíritu reformador que acabaría con la definitiva desmantelación de la estructura socioeconómica del Antiguo Régimen. Sin embargo, el derecho a voto quedó muy restringido y la Corona obtuvo más poder que en la Constitución de 1812. Entre 1833 y 1839 se desarrolló la primera guerra carlista hasta que el general Espartero firmó el Convenio de Vergara; no obstante, el fenómeno del carlismo seguiría reapareciendo a lo lardo de todo el siglo (5).

El mismo año que se creó el Instituto comenzó la Regencia de Espartero, que se prolongó hasta 1843. Una serie de problemas, como el enfrentamiento con los moderados, los levantamientos radicales y la división del progresismo, acabaron por aislarle. Desde la época de Fernando VII los científicos españoles se habían convertido en una especie de inadaptados y la ciencia pasó, como en otros periodos, a ser algo que vivía al margen de la colectividad nacional o a pesar de ella (6). Fue la generación de los que nacieron entre 1800 y 1830 los que, más tarde, regenerarían el panorama. La creación del Instituto se sitúa en lo que solemos llamar “periodo intermedio”, etapa que va desde el fallecimiento de Fernando VII y la recuperación que tuvo lugar durante la Restauración. Dos características la definen: regreso de los científicos exiliados que, en muchos casos, aprovecharon su estancia en el extranjero para formarse con las figuras europeas más destacadas, y el crecimiento de las publicaciones científicas.

La situación de la medicina valenciana de este periodo era de preocupación. En 1837 las Cortes habían emitido un dictamen por el que se suprimía la enseñanza de la anatomía en Valencia; detrás estaba la intención de potenciar los colegios de cirugía. A pesar de las guerras carlistas, que vaciaron las aulas universitarias de estudiantes, la de Valencia mantuvo durante un mismo curso 415 matriculados. La medida provocó fuertes protestas procedentes de varias instancias de la ciudad. En ellas se señalaba el alto nivel científico de la Facultad de Medicina así como el hecho de disponer de excelentes medios para el desarrollo de la docencia, cosa que no sucedía en otras ciudades. También se desmentían ciertos comentarios despectivos hacia la enseñanza de la anatomía. Finalmente, el dictamen no llegó a aplicarse (7).

Dos años después de la fundación del Instituto el plan de estudios concebido por Pedro Mata suprimía todas las facultades de medicina excepto las de Madrid y Barcelona, que coincidían con los antiguos colegios de cirugía. La Facultad de Valencia, como el resto, quedó reducida a “Colegios de Práctica del arte de curar” para formar en cuatro años a titulados de segunda clase, que podían ejercer cirugía menor y atender partos. En 1845, la Universidad de Valencia recuperó la Facultad de Medicina gracias al plan Pidal de 1845, que creó también el escalafón unificado de catedráticos. La situación de la enseñanza se estabilizaría en 1857 con la ley Moyano, que fijó una estructura que se mantuvo prácticamente inalterable más de un siglo (8).

Pero volvamos a la fundación del Instituto. La sesión inaugural tuvo lugar en uno de los locales de la Universidad el 31 de marzo de 1841. Las primeras sesiones se celebraron los días 6 y 7 de abril en el exconvento de la Compañía.  La primera Junta directiva estaba compuesta por:

Presidente: Luis Beltrán Besante
Vice-presidente: Magín Alegret
Secretario de gobierno: José Monserrat
Secretario de correspondencia extranjera: Tomás Mir
Contador: Tomás Mir
Tesorero: Ramón Noguera, sustituido pronto por Ignacio Montesinos

Es interesante leer el editorial del primer número del Boletín, donde Luís Beltrán (9) expone las causas por las que se fundaba el Instituto. Entre éstas, la decadencia de la clase sanitaria que atribuye al liberalismo por arruinar con impuestos a los médicos y arruinar a los grupos que les dan recursos; por la cambiante legislación relativa a los cirujanos; los problemas de los farmacéuticos con intrusos tales como drogueros, confiteros y empíricos. La unión, según Beltrán, persigue el respeto y la protección por parte del gobierno. El otro objetivo del Instituto, que no habíamos mencionado todavía, fue la mejora del nivel científico. A este respecto, de las cinco secciones creadas, cuatro iban destinadas a garantizar el éxito del mismo.

Este doble objetivo marcará la vida de la institución extraacadémica a lo largo de su existencia. Periodos en los que las reivindicaciones profesionales están en primer plano, periodos en los que lo está la actividad científica, y etapas en las que se combinan los dos aspectos por igual.

Los fines del Instituto tuvieron expresión en el reglamento que prepararon Anastasio Chinchilla, Rafael Campos Fillol, Almazán, Andreu, Santa María y Monserrat y que se aprobó el día 15 de marzo de 1841:

“Procurar los progresos de las ciencias médicas, facilitar la instrucción de sus profesores y contribuir a la unión, decoro y elevación de la clase”.

El Instituto empezó a funcionar con cinco comisiones con un presidente, un secretario y un redactor. Éstas fueron:

Medicina y cirugía teórica
Medicina y cirugía práctica
Medicina legal, higiene pública y policía sanitaria
Farmacia teórico-experimental
Ciencias auxiliares

Los socios eran de tres clases: residentes y corresponsales (licenciados en medicina, cirugía, farmacia o ciencias auxiliares, que residían en Valencia o fuera de ella) y agregados (bachilleres en las mencionadas ramas). El procedimiento para ser admitido era solicitarlo, ser informada la solicitud y ser aprobada por la Junta general. Hubo también un socio residente en Madrid con el fin de que gestionara los asuntos del Instituto en las distintas instituciones del Estado; se designó para ello a Manuel Codorniz.

Poco tiempo después, en diciembre del mismo año, las secciones se redujeron a tres:

Medicina y cirugía
Farmacia y ciencias auxiliares
Medicina legal, higiene pública y policía sanitaria

Los dos primeros años de funcionamiento permitieron obtener experiencia y valorar las diferencias entre lo que expresaban las normas y la realidad. Se observó que había socios que no cumplían con sus obligaciones, que había un exceso de sesiones y reuniones científicas, una alta tasa de impago de las cuotas, etc. Esto significó que se fueran introduciendo cambios o matices en los reglamentos. Por ejemplo, en 1846, se determinó que para poder ingresar en el Instituto era necesario presentar un trabajo científico o, en su caso, una memoria en la que se explicaran los méritos para ser merecedor de la admisión. Este aspecto, en cambio, igual que otros, siguió sufriendo cambios.
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Adorno

La actividad científica del Instituto durante la primera etapa
La primera etapa estuvo caracterizada por la relevancia de los aspectos corporativos más que los científicos. Junto a esto, la condición de clínicos de la mayor parte de los miembros del Instituto durante este periodo, condicionó que apenas hubiera interés en las ciencias básicas (10), especialmente las morfológicas. Hubo, no obstante, alguna excepción. Anastasio Chinchilla (1801-1867), que había participado de forma activa desde el principio en la organización del Instituto, publicó varios artículos en los primeros números: dedicó un interesante trabajo a la figura del anatomista valenciano Luís Collado (11), otro al estudio del sistema nervioso (12), un tercero a “La ventaja del estudio de las ciencias naturales” (13) , y un cuarto a las concepciones antropológicas tradicionales que consideraban que el hombre, por su sistema moral, es la perfección misma de la creación (14). Recordemos que Chinchilla, natural de Ayora, antes de estudiar medicina, tuvo una formación amplia en filosófica y teología.

La farmacoterapia fue otra excepción, aunque estuvo a caballo entre las ciencias básicas y la clínica. Hay que señalar, además, que en España apenas hubo, por no decir que ni existió, la investigación de laboratorio en farmacología. En la Facultad de Medicina la actividad en este campo fue nula. El Boletín del Instituto Médico Valenciano, El Siglo Médico y La Independencia Médica, publicaron entre las tres el cincuenta por cien de trabajos españoles sobre el tema a lo largo de la etapa decimonónica (15).

En el terreno de la clínica, en cambio, la situación fue distinta. Uno de los fundadores del Instituto fue Joaquín Casañ y Riglá (1805-1868), que fue regente en la Facultad entre 1832 y 1847 y catedrático de patología médica a partir de 1847 tras la permuta que hizo con la plaza que ganó en Barcelona. Ocupó la presidencia del Instituto durante quince años. Tanto en la Facultad como en el Instituto desempeñó una labor merecedora de ser destacada. En el Boletín publicó veinticinco artículos, la mayor parte en la primera etapa. Su enseñanza fue muy práctica. En el Instituto impartió cursos, intervino en numerosos debates y, como antisistemático, concedió mucho relieve al modelo hipocrático. Fue acusado por la revista El amigo de los Escolares, de encabezar el movimiento brusista en Valencia, tras practicar dieciocho sangrías (16) en un caso de neumonía. Es interesante destacar que publicó casos clínicos acompañados de sus correspondientes protocolos de autopsia: uno de una apoplejía (17) y uno de una angina de pecho (18). Otro de sus trabajos destacados fue el que dedicó a las fiebres o calenturas intermitentes (1844), que ofrece un estudio sobre la enfermedad desde la óptica ambientalista y al tratamiento con quina. Durante las epidemias de cólera que padeció Valencia en esta época desplegó una actividad importante junto con el cirujano José Romagosa y Gotzens (1820-1868). Ambos dirigieron el Hospital de coléricos durante la epidemia de 1854.  Murió en 1868 dejando sin concluir su libro Preliminares clínicos.

Hay que mencionar también la labor del Instituto Médico Valenciano en lo que a la difusión de la vacuna se refiere. Algunos antecedentes publicados en el Boletín (19) demostraban la utilidad y la necesidad de organizar la vacunación. Los socios Navarra, Testor, Alapont, Casimiro Domingo y Trullet, propusieron la vacunación gratuita en los locales del Instituto. Así se hizo con la colaboración de las autoridades civiles, militares y eclesiásticas. El 2 de julio de 1851 se constituyó la Comisión Central de Vacunación, siendo Navarra su presidente, Casimiro Domingo su secretario y Alapont, Testor y Yacer, los vocales. Emplearon el cowpox genuino remitido anualmente por el Establecimiento Nacional de Vacuna de Inglaterra y se utilizó la propagación brazo a brazo. En los años sesenta del siglo XIX la mayor parte de España utilizaba la linfa vacunal que proporcionaba el Instituto y también tenían acceso a las minuciosas estadísticas que publicaba. En 1871 se creó el Instituto Nacional de Vacunación que no reconoció la labor desarrollada por el Instituto y ni siquiera lo convirtió en Instituto Provincial. Ferrer Viñerta señaló que se congratulaban de la aparición del Instituto Nacional, pero lamentaban su preámbulo, intentando demostrar, contrariamente a lo que en él se dice, “… que mucho antes de pensarse en las regiones oficiales imitar la conducta de las primeras capitales de Europa, que cuentan con establecimientos encargados de la propagación de la vacuna, existía ya en una de las más populosas de España, en Valencia, una modesta Corporación médica que sin más objeto que el bien de sus semejantes se dedica años ha con interés y solícito afán a propagar el preservativo de una de las más horrorosas enfermedades…”. No obstante, el Instituto acató la disposición, pero no fue hasta 1894 que se vio recompensado por el Ministerio de Fomento al reconocer al Instituto como corporación oficial.

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Adorno

Un nuevo reglamento y una nueva etapa del Instituto
El 5 de febrero de 1855 se acordó redactar un nuevo reglamento general,

“que estando en conformidad con lo que exigen las obligaciones de la Corporación, abrace cuanto concierne a los varios ramos a que se dedica; y otro administrativo en el que se consignen las obligaciones anexas a los distintos cargos de la directiva; de las comisiones que se nombren; y la tramitación de los diversos expedientes que se sometan a juicio de la Corporación” (20) .

Se añadieron dos títulos honoríficos: socio fundador y socio “adicto”, se completó la junta directiva con  los cargos de vicesecretario de correspondencias, vicecontador y vicetesorero, junto con los directores de las distintas comisiones que se ampliaron a seis al suprimir la de “Efemérides y de Medicina legal”, y crear las de “Estadísticas y Enfermedades reinantes”, de “Vacunación”, de “Redacción”, y de “Fomento y Socorros Mutuos”. A partir de 1856 los cargos se hicieron bianuales con renovación anual de la mitad de los mismos. En 1866 se añadieron dos nuevas comisiones centrales: la de “Especialidades” y la de “Ciencias auxiliares” (21) . Comenzó así una de las etapas más estable y de mayor nivel del Instituto Médico Valenciano; los aspectos científicos pasaron a primer plano.

Entre 1843 y 1868, con el reinado de Isabel II, se produjo la consolidación definitiva del régimen liberal bajo la hegemonía política del liberalismo moderado. El nuevo reglamento del Instituto coincide prácticamente con el final de la “década moderada” (1845-1854) y el comienzo del bienio progresista (1854-1856).

En 1854 se produjo el pronunciamiento de Vicálvaro, dirigido por O’Donnell, que puso fin a la “década moderada”. La revolución de 1854 tuvo también una base ideológica que se recogió en el Manifiesto de Manzanares, inspirado por Cánovas y orientado a conectar, mediante algunas concesiones, con los progresistas. La reina ofreció el gobierno a Espartero, quien lo ocupó durante el bienio con el apoyo de O’Donnell. Esta relación concluyó en 1856 y éste último pudo poner en marcha su Unión Liberal. De nuevo se pretendía superar la oposición entre progresistas y moderados con una fórmula centrista. Se fueron alternando en el poder la Unión liberal y el partido moderado de Narváez. Finalmente, entre 1866 y 1868 la monarquía entró en crisis. Las distintas corrientes liberales (demócratas, progresistas y republicanos) firmaron el pacto de Ostende, donde acordaron la expulsión de los Borbones y la democratización de la vida política.

La cultura de la época isabelina estuvo marcada por el romanticismo, caracterizado por una reacción contra el racionalismo y por el fervor hacia los sentimientos humanos; conectó fácilmente con el liberalismo y el nacionalismo. En 1868 se produjo un levantamiento al grito de “Viva España con honra” en Cádiz. Prim y Serrano dirigieron el avance militar hacia Madrid. El movimiento, conocido como la revolución “gloriosa” se fue generalizando por todo el país, mientras la reina huía a Francia. Se amplió la oferta política, se marginó a los viejos moderados y se favoreció la participación ciudadana en la vida política. La gran conquista fue la experiencia de la práctica democrática.

Mientras tanto, en los años sesenta comenzó a desarrollarse en los principales países europeos el cambio de la medicina anatomoclínica a la basada en el laboratorio (la micrografía, el análisis químico y la experimentación animal). En la escuela de París, una de las más influyentes, el proceso condujo a dos corrientes que llegaron a enfrentarse: la que capitaneó Armand Trousseau (1801-1867), quien defendió la clínica pura y rechazó la experimentación, y la que encabezó Gabriel Andral (1797-1876), que asimiló los nuevos planteamientos. Sin embargo, el protagonismo en la medicina fue asumido por Alemania, que destacó tanto en el plano de la patología celular, como en el de la fisiopatología y en el de la etiopatología, basadas todas ellas en la investigación de laboratorio (22). La figura valenciana que llegó a asumir estos planteamientos fue Juan Bautista Peset y Vidal (1821-1885), que jugó un papel destacado en la vida del Instituto. Peset nació y estudió en Valencia. Tras ejercer varios años en Motilla y Alcántara, se instaló en la ciudad en 1862. Consiguió pronto gran prestigio y su consulta fue, sin duda, la más importante de la localidad hasta finales de siglo. Durante el sexenio Peset y Vidal se encargó de la enseñanza de clínica médica en la Facultad, excepto un año que impartió medicina legal. Sin embargo, el marco de su actividad científica fue el Instituto Médico Valenciano, como hemos dicho, y coincidió con las dos décadas de mayor nivel de la Institución extraacadémica. A pesar de que era seguidor de las ideas de Trousseau, de que apenas aceptaba la estadística y de que su mentalidad era muy clínica y práctica, fue incorporando con el tiempo novedades de la “medicina de laboratorio”. Llegó incluso a poner en duda los descubrimientos de Koch y la vacuna anticolérica de Ferrán, pero finalmente tuvo que rendirse a la evidencia. En el Boletín publicó cerca del medio centenar de artículos de tema clínico, sobre salud pública y también de historia de la medicina (23), como antes hemos señalado.

 

Juan Bautista Peset y Vidal (1821-1885)
Juan Bautista Peset y Vidal (1821-1885)
Biblioteca y Museo Historicomédicos
Universitat de València

Otro de los clínicos que habría que mencionar es José Iborra Gacía, catedrático de clínica médica desde 1866 a 1870, fecha en la que falleció. Dirigió la revista La Fraternidad, pero también dejó huella en el Instituto. Partidario del especialismo médico y uno de los primeros cultivadores de la oftalmología, publicó en el Boletín “¿Es realmente útil el estudio de las especialidades y conveniente su cultivo en el terreno práctico de la medicina?” (24).  Joaquín Serrano Cañete, que ocupó interinamente la cátedra que dejó Casañ, entre 1869 y 1875, también fue partidario del cultivo de las especialidades. Fue un temprano seguidor del evolucionismo darwinista que difundió desde la cátedra. Trabajó activamente en el Instituto, en cuyo Boletín publicó varios artículos, entre los que figuran algunas necrologías.

Antes de que finalizara el sexenio, Enrique Ferrer Viñerta (1830-1891) (25) comenzó a publicar en el Boletín del Instituto Médico Valenciano. Nació en Valencia. Aprendió cirugía junto a su maestro José Romagosa (1820-1868). Ganó la cátedra de terapéutica de la Universidad de Granada en 1864 y regresó a Valencia en 1868 para ocupar la de clínica quirúrgica que había dejado Romagosa por fallecimiento. Ocupó el puesto hasta un mes antes de su muerte en 1891. Aparte de su actividad en la Facultad, llegó a ser presidente del Instituto en 1883, el mismo año que fue rector. Ingresó en 1853 y publicó en el Boletín dieciocho trabajos. También colaboró en la labor de vacunación antivariólica del Instituto. Ferrer Viñerta fue reformista en lo que a ideología política se refiere, y en su madurez incorporó la “medicina de laboratorio”. Utilizó la anestesia y, a partir de 1879, incorporó también la antisepsia de Lister a sus intervenciones. Recurría al examen microscópico de las piezas operatorias y estuvo interesado en la histopatología oncológica. Asimiló las nuevas técnicas quirúrgicas que posibilitaron la revolución quirúrgica.

Otra figura quirúrgica que merece ser destacada fue Nicolás Ferrer y Julve (1839-1901), que llegó a ocupar la cátedra de anatomía quirúrgica, operaciones, apósitos y vendajes desde 1872 hasta su fallecimiento en 1901. Realizó su labor en la etapa intermedia, ya que su gran fortuna le permitió dedicarse  a sus aficiones y a sus cargos. Dirigió el Boletín varios años y también fue presidente del Instituto así como rector de la Universidad desde 1898. Publicó más de veinticinco artículos en el Boletín entre 1866 y 1874, dedicados a la oftalmología en su mayor parte.

Otro colaborador del Instituto, que llegó a ser su presidente, fue Joaquín Navarro Rodrigo (1835-1882), catedrático de anatomía y cultivador de la venereología. Publicó varios artículos en el Boletín. En cuanto a la psiquiatría, destacaron Juan Bautista Peset y Vidal, al que ya nos hemos referido, y Juan Bautista Perales Martí. Este último, antes de dejar el puesto para ocupar la plaza de director del balneario de Alhama de Granada, publicó en el Boletín una “Memoria teórico-práctica acerca de las enajenaciones mentales” (26) (1851) y un caso de “Enajenación mental por embriaguez” (27) (1852).

Durante el sexenio la Primera República no se consolidó y apenas duró once meses. La idea republicana no contaba con raigambre suficiente en el país. La guerra de Cuba, el problema carlista y la insurrección cantonal fueron sólo algunos de los problemas del sexenio. Sectores beligerantes como los grandes poderes sociales y económicos, la mayoría del ejército y de la Iglesia y los políticos conservadores, fueron apoyando la solución alfonsina, es decir, la restauración de la monarquía borbónica en la figura de Alfonso XII, arropado por el proyecto liberal conservador de Antonio Cánovas del Castillo.

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El Instituto Médico Valenciano durante la Restauración
La Constitución de 1876, el bipartidismo y la alternancia pacífica en el poder de los partidos conservador y liberal produjeron una notable estabilidad que favoreció, sobre todo, a la burguesía conservadora. Durante este periodo se produjo una elevación de la actividad científica (28). Como hemos señalado anteriormente, esto fue posible gracias a la labor desarrollada durante la etapa intermedia. En Valencia se vivió este resurgimiento de una forma especialmente intensa.

Donde más se notó fue en la Facultad de Medicina (29), cuyo claustro de profesores estuvo constituido, fundamentalmente, por seguidores de la medicina de laboratorio. En el terreno de la morfología podemos mencionar la labor de Peregrín Casanova (1849-1919), que fue seguidor del evolucionismo darwinista, y la de Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), que comenzó en Valencia su carrera histológica. En el terreno de la farmacoterapia podemos mencionar la de Amalio Gimeno Cabañas (1850-1936), que fue quizás el que difundió en nuestro país la moderna farmacología aunque él no hizo investigación de laboratorio, y la de su discípulo Vicente Peset Cervera (1855-1945), doctor en ciencias químicas y medicina. En el campo de la clínica José Crous y Casellas (1846-1887), Julio Magraner y Marinas (1841-1905) y Francisco Moliner Nicolás (1851-1915) fueron reconocidos cultivadores de la histopatología, fisiopatología y bacteriología. En cirugía ya hemos mencionado la labor que durante el sexenio democrático había iniciado Enrique Ferrer Viñerta, que tuvo continuidad hasta su fallecimiento. Algunos de sus discípulos y colaboradores, como Juan Aguilar y Lara (1845-1885), Pascual Garín y Salvador (1858-1910) y José María Machí Bruguete (1848-1918) asimilaron sus hábitos de trabajo y aplicaron la cirugía antiséptica. Los profesores de ginecología y obstetricia, Francisco de Paula Porta (1838-1892) (30) y Manuel Candela Plá (1847-1919), también fueron seguidores de la medicina de laboratorio, al igual que Constantino Gómez Reig (1846-1931) (31), que estuvo al frente de un laboratorio de higiene.

Esta nueva mentalidad se impuso también, como es lógico, en el Instituto Médico Valenciano. A los pocos meses de llegar Cajal (32) a Valencia, exactamente el 18 de octubre de 1884, la Junta del Instituto, presidida entonces por Julio Magraner, aprobó por votación el ingreso de Cajal como socio con el número 1967. Debió participar activamente en los debates y sesiones que el Instituto celebraba. En diciembre de 1885 fue elegido para dirigir la sección de Historia y Filosofía Médica. Al poco tiempo comenzó a sugerir que se ampliaran los temas de la misma a los estudios biológicos y experimentales. Introdujo a personas de su confianza como Vicente Guillén, médico naturalista que conoció en la Sociedad de Agricultura y, posiblemente, a Juan Bartual, discípulo directo de Cajal, amigo suyo y su colaborador en el laboratorio. Más tarde, ya a punto de abandonar Valencia, fueron ambos nombrados para formar parte de una comisión que estudiara la lepra en el Reino de Valencia. Cajal sólo impartió una conferencia en el Instituto, el 7 de marzo de 1887, que tituló “Estudio anatómico de la sangre” y en la que se refirió a los componentes celulares de la sangre y el origen de las células hemáticas. Cuando se marchó a Barcelona, recogió el testigo de la dirección de la sección a su compañero Peregrín Casanova. Ahora ya llevaba el nuevo rótulo de “Estudios Biológicos, Historia y Filosofía Médica”. Cajal continuó vinculado al Instituto como miembro corresponsal.

Santiago Ramón y Cajal publicó en el Boletín alguno de sus trabajos: en 1887, El estudio anatómico de la sangre (33), “Fibra muscular del ala de los insectos” (34), “Músculos de las patas de los insectos” (35) , “Tejido óseo” (36) , y “Textura de la fibra muscular de los mamíferos” (37) . En 1892 aparecieron otros cuatro trabajos o notas suyas: “Coloración por el método de Golgi de los centros nerviosos de los embriones de pollo” (38) , “Nota preventiva sobre la estructura de la médula embrionaria” (39) y “Nuevas aplicaciones del método de Golgi” (40) .

Amalio Gimeno Cabañas (1850-1936) publicó preferentemente en La Crónica Médica. En el Boletín aparecieron tres trabajos suyos, dos de tipo farmacológico “Acción fisiológica y terapéutica del ácido salicílico” (41) , “Escepticismo en terapéutica” (42) , y otro sobre la epidemia de cólera de 1885, “El cólera en Beniopa” (43) . No es menester que nos ocupemos del protagonismo que desempeñó Amalio Gimeno en la epidemia de cólera que asoló Valencia en 1885 (44).

La participación de Vicente Peset Cervera (1855-1945) en el Instituto fue muy temprana. Peset cultivó la fisiología experimental, la farmacología y la microbiología, entre otras disciplinas, aunque acabó dedicándose a la terapéutica, al ocupar la cátedra de la Facultad de Valencia. Tradujo algunos trabajos de Claude Bernard y en 1877 ganó un premio del Instituto por su libro La fermentación en fisiología y patología, que fue editado por el propio Instituto en 1880. Los veintiún trabajos que publicó en el Boletín son una buena muestra de su actividad. Peset concibió la investigación experimental en animales como el método básico de conjunto integrado por la fisiología, microbiología, farmacología y toxicología.

Constantino Gómez Reig (1846-1931) ocupó la cátedra de higiene de la Facultad de Medicina desde 1878 a 1907 y fue un temprano seguidor de la teoría microbiana. También estuvo muy influido por las ideas krausistas de Pérez Pujol, cuyos ejes básicos fueron, según López Piñero, el racionalismo en cuestiones religiosas, el reformismo sociopolítico y el organicismo sociológico. Contribuyó a crear el Cuerpo de Sanidad Municipal de Valencia. Fue uno de los responsables de la memoria El cólera en Valencia en 1885, que editó la Junta Municipal de Sanidad. En el Boletín publicó sólo tres artículos, de los que merecen ser destacados: “Higiene internacional. Peligro de la importación de epidemias” (45) y “Sobre la difteria” (46) . Más importante fue la aportación que hizo al Boletín, José Pérez Fuster (1856-1933), director del Laboratorio Bacteriológico Municipal. Fue comisionado para ir a París a estudiar la aplicación del suero antidiftérico de Roux. A su regreso hizo vacunaciones masivas y montó en el Laboratorio el procedimiento para su elaboración. En 1911, año en el que creó el Instituto Municipal de Higiene, fue becado por el gobierno para ampliar estudios de bacteriología en Francia e Italia.

En el terreno de la clínica, Crous y Casellas apenas contribuyó con trabajos al Boletín, por motivos que se escapan a este trabajo. La labor, en cambio, de Julio Magraner y Marinas (1841-1905), discípulo de Casañ, fue bien distinta. Ingresó en el Instituto en 1865 siendo aún estudiante y llegó a convertirse en una de las figuras centrales de la institución. En 1876 ganó la cátedra de clínica médica.

Julio Magraner
Julio Magraner y Marinas (1841-1905)
Biblioteca y Museo Historicomédicos
Universitat de València

También merece ser comentada la labor llevada a cabo por Francisco Moliner Nicolás (1851-1915), que se formó en Valencia. Obtuvo en 1883 la cátedra de patología general de la Universidad de Zaragoza y, después de un paso rápido por la de Granada, regresó a Valencia como catedrático de fisiología, primero, y de patología general en 1887, después, tras el fallecimiento de Crous. Fue uno de los que, junto a Constantino Gómez Reig y Gil y Morte, y Crous, se adhirió a la nueva microbiología y adoptó una posición crítica ante la vacunación anticolérica de Ferrán. Así, en el Boletín, publicó el trabajo “Camino que debe seguirse para llegar a determinar la curación del cólera y crítica del procedimiento seguido por el Dr. Ferrán” (47) . En éste reconoce los méritos de Ferrán pero critica los defectos de “su actual experimentación” así como la no fiabilidad de las estadísticas que utilizaba. Afirmó, además, que el líquido que inoculaba producía una septicemia que favorecía la recepción del vibrión. Esto le llevó a enfrentarse a uno de los defensores de la vacunación, Amalio Gimeno Cabañas, enemistad que duró de por vida. Más tarde Moliner puso al día sus puntos de vista y fue comisionado por el Ayuntamiento para estudiar la tuberculina en el Instituto de Koch en Berlín. Allí asistió, además, a los experimentos que por entonces estaba desarrollando Kitasato sobre el suero antitetánico. Más tarde el interés de Moliner se desplazó a los asuntos médicosociales tal como muestra el artículo que publicó en el Boletín “Absoluta necesidad de crear cátedras de medicina popular”(48).

En cuanto a la cirugía continuó la labor de Enrique Ferrer Viñerta y la de su discípulo Juan Aguilar y Lara (49), quien en 1882 publicó el libro Lister y Guerín. La nueva cirugía antiséptica. En el Boletín publicó varios artículos, especialmente durante los primeros cinco años de la década de los ochenta.

Otro cirujano destacable que tuvo relación con el Instituto fue Miguel Más y Soler (1847-1902), representante de la nueva cirugía visceral y cavitaria que había posibilitado el listerismo. Nació en Monóvar en 1847 y estudió en Valencia. Tras ejercer en varias localidades regresó a Valencia como profesor clínico. Polemizó con Amalio Gimeno por ser considerado intervencionista y también lo hizo con Francisco Cantó y Blasco, cirujano del Hospital provincial, que introdujo las técnicas de cirugía digestiva de Billroth. Más y Soler completó su formación en París con figuras tan destacadas como Lucas-Championière. Recurría a los estudios histopatológicos así como a los análisis de sangre y orina y preconizó la sustitución de la antisepsia por la asepsia. Publicó varios artículos, algunos en el Boletín, que hacían referencia a técnicas innovadoras. Uno de ellos lo está a la esplenotomía (1887) (50); la primera que se realizó en España que fue comentada en The Lancet destacando su riguroso diagnóstico previo. En el Congreso Médico-Farmacéutico Regional llegó a presentar catorce comunicaciones, además de presidir la sección de cirugía. Fundó la Revista de Especialidades Médico-quirúrgicas, de la que sólo se publicaron dos volúmenes, los correspondientes a 1890 y 1891. A consecuencia de una enfermedad de tipo articular, su actividad mermó hasta 1902, año en que falleció.

 

Miguel Mas y Soler
Miguel Más y Soler (1847-1902)
Biblioteca y Museo Historicomédicos
Universitat de València

La tocoginecología fue, quizás, la especialidad que más se desarrolló en la Valencia de la Restauración. Su fundador fue Francisco de Paula Campá y Porta (1838-1892), titular de la cátedra de obstetricia y enfermedades de la mujer y de los niños, desde 1872 a 1889, año en el que pasó a ocupar la de Barcelona. Nacido en Vic en 1838, estudió medicina en Barcelona. Fue seguidor de la medicina de laboratorio. Sus dos primeras publicaciones aparecieron en el Boletín: “Del eclecticismo experimental como base constitutiva de la ciencia médica” (51) y “Consideraciones patogénicas y patológicas sobre la inflamación y la ulceración del útero” (52). Publicó después otros tres en 1874, 1875 y 1876. Perteneció al grupo de Amalio Gimeno y de Aguilar y Lara. Fue el ginecólogo español de la etapa decimonónica con mayor producción circulante internacional. Entre sus libros destacan el Tratado completo de obstetricia (1876) y Lecciones de ginecopatía, o enfermedades especiales de la mujer, profesadas en la Facultad de Medicina de Valencia (1881).

En 1882 fue nombrado profesor de la cátedra de obstetricia, Manuel Candela y Plá (53) (1847-1919). Nació y estudió en Valencia, y Madrid. También perteneció al grupo experimentalista y, cuando Ferrán estuvo en Valencia, el laboratorio se instaló en su casa. Candela se encargó del discurso inaugural del Instituto del año 1885 que dedicó a la Naturaleza evolutiva de los procesos morbosos puerperales, en el que muestra un gran entusiasmo por la microbiología. Sólo publicó un trabajo más en el Boletín, pero hay que tener en cuenta que fundó El progreso Ginecológico y Pediatra, que fue la primera revista valenciana de la especialidad, que se publicó entre 1884 y 1889. Después se fusionó con La Crónica Médica hasta 1894. Uno de sus principales temas de estudio fue el parto patológico y, de forma especial, la placenta previa para cuyo tratamiento planteó la cesárea. Practicó la primera ovariotomía en Valencia y perfeccionó algunas técnicas operatorias. También es necesario señalar que Candela fundó en 1892 un Instituto Ginecológico privado, dedicado a la asistencia. La actividad que se desarrolló en éste, fue recogida en los Anales del Instituto Candela.

Otro tocoginecólogo que participó en las actividades del Instituto fue Miguel Orellano, que publicó seis artículos. También escribió para La Crónica Médica y fundó en 1901 La Medicina Valenciana que a su muerte, en 1903, pasó a dirigir Ramón Gómez Ferrer. Éste ocupó la cátedra de pediatría de Valencia cuando se creó en 1888. Valenciano de nacimiento (1862), fue seguidor del darwinismo y del experimentalismo. Llegó a alcanzar gran popularidad. Sin embargo, fue José Vidal y Puchals, que también se dedicó a la pediatría antes de la creación de la cátedra, el que publicó algunos artículos de la materia en el Boletín, como el interesante “Lesiones de la mucosa en la difteria” (54) .

Como hemos señalado, la oftalmología (55) alcanzó en Valencia un notable desarrollo en las décadas centrales del siglo XIX, pero su cultivo decayó a lo largo de la Restauración. Podemos mencionar a José Aguilar Blanch (? -1917), que se formó en París junto a Xavier Galezowski. Publicó varios trabajos en La Crónica Médica y dos en Boletín, sobre la “Contribución al estudio de la cirugía ocular” (56) , y las “Duchas antisépticas en las supuraciones de la córnea” (57) . Otro oftalmólogo de renombre fue Tomás Blanco Bandebrande (1861-1938), cuyos trabajos sobre diagnóstico de las cataratas desarrollado en el Hospital Provincial de Valencia, las publicó uno de sus discípulos en el Boletín en 1895 (58).

En mayo de 1882 comenzó la última reforma de los Estatutos del Instituto Médico Valenciano, que estuvieron vigentes desde principios de 1883. Las comisiones de trabajo quedaron distribuidas en “Medicina y sus especialidades”, “Cirugía y sus especialidades”, “Ciencias auxiliares y farmacia”, “Higiene pública”, “Redacción y Vacunación”, que se completaron en 1885 con las de “Historia y Filosofía médicas” que en el año 1887 se encargó también de los “Estudios biológicos” (59) y de “Ginecología y Pediatría” (60).

El Instituto todavía jugó un papel destacado en la epidemia de cólera de 1885. En 1884 alertados por la aparición de la epidemia en Tolón se ofrecieron a las autoridades como corporación científica para realizar las tareas oportunas. Se organizaron unas conferencias. Juan Bautista Peset habló el 24 de septiembre de la profilaxis y tratamiento de la enfermedad, tema en el que –según su opinión- debían centrarse en vez de especular sobre la etiología. El día 27 de septiembre Amalio Gimeno fue invitado a hablar de la etiología y patogenia del cólera, mostrándose solidario con las ideas de Koch al admitir como causa específica el Bacillus virgula. Se produjeron acaloradas discusiones entre los partidarios de Gimeno y los de Peset, que se prolongaron varias semanas. Gimeno, como hemos señalado anteriormente, dio noticia en el Boletín de la aparición de casos en Beniopa en noviembre y presentó en el Instituto unas preparaciones del bacilo, lo que motivó la inserción en el Boletín de la siguiente nota:

“podemos dar una interesante noticia a nuestros lectores. Examinadas microscópicamente las deposiciones de los enfermos en Beniopa, se ha logrado encontrar el bacilo vírgula de Koch: hemos tratado de obtener cultivos y lo hemos conseguido en la patata y en la gelatina con todos los caracteres distintivos. El Instituto Médico Valenciano ha sido la primera Corporación de España que ha podido observar preparaciones microscópicas del célebre microbio colérico” (61).

De todas formas, a pesar de las evidencias, había muchos médicos escépticos. El 3 de enero de 1885 Gimeno informó de la visita que realizó a Ferrán acompañado de Pablo Colvée y de Pascual Garín. Describió los trabajos del cultivo del Bacillus virgula que llevaban al descubrimiento de la llamada Peronespora. Gimeno expuso también algunas consideraciones sobre la vacunación anticolérica y propuso un mensaje de felicitación que se remitió a Ferrán y también a su colaborador Inocente Paulí.

Más tarde, Ferrán consiguió inmunizar a cobayas mediante la inyección de cultivos del vibrión, que después probó en sí mismo. Envió una Memoria al Ayuntamiento de Barcelona y a la Academia de Medicina. Una comisión organizada a tal efecto presenció los experimentos y emitió un dictamen favorable. Esta noticia apareció en Las Provincias el 17 de mayo de 1885. Diez días después el mismo diario alertaba de la existencia de casos sospechosos en Xàtiva. Esto motivó que se pusieran en marcha los mecanismos previstos y, Gimeno y Candela, gestionaron con el beneplácito del gobernador, que Ferrán viniera a Valencia. Llegó el 4 de abril y el Instituto organizó una comida en su honor en el Hotel de París (62). Al día siguiente se trasladó a Xàtiva. La epidemia se estaba extendiendo con toda rapidez y decidió ponerse a vacunar en Alcira.

Se anunció una conferencia de Ferrán en el Instituto sobre los estudios que estaba realizando en torno al cólera. Sin embargo, Moliner criticó el procedimiento desarrollado por Ferrán pasando en pocos días del carácter local al ámbito internacional. Moliner no rechazaba las ideas y hallazgos de Ferrán, sino “los defectos notorios de su actual investigación para comprobar una hipótesis, en el campo de la experiencia, retardan, embarazan y comprometen el éxito de su empresa”. Para Moliner había tres defectos: el aislamiento, el secreto y la falta de estadística. Junto a Moliner se situaron Crous y Casellas, y Gil y Morte; junto a Ferrán, Gimeno Cabañas (63). Las discusiones se prolongaron durante días sin que nadie cediera en sus argumentaciones. Gimeno, en la sesión del día 8 de junio no quiso intervenir y solicitó que se diera por finalizada. No se aceptó, pero en la sesión del  día 17 Peset Vidal se declaró convertido en teoría gracias a los argumentos que proporcionó Ferrán y esperaba también serlo en la práctica. Llegan a extrañarse, además, de que excelentes micrógrafos como Cajal, Pastor, Garín y Navarro no realizaran ninguna aportación. Las sesiones ya se realizaban con la presencia de numeroso público y de profesores nacionales y extranjeros que habían llegado a Valencia para seguir la marcha de la epidemia y la labor de Ferrán.

En los años noventa, sin embargo, se precipitaron los problemas económicos de la entidad, por lo que se dispensó de la cuota de entrada a los que quisieran ingresar. El 15 de enero de 1893 se realizó la fusión del Instituto con la Asociación Médico-farmacéutica, para constituir posteriormente el Colegio Oficial. Esto se hizo realidad por Real Orden de 19 de diciembre de 1894. Se formó una comisión mixta de miembros del Instituto, ahora Colegio, y de personas no colegiadas para la elaboración de un proyecto nuevo de reglamento (64). Terminó así la actividad científica, social y literaria del que hasta entonces fue el Instituto Médico Valenciano.

En 1891, con motivo de la celebración del cincuenta aniversario de la fundación del Instituto, se organizó el Primer Congreso Médico-farmacéutico Regional. Se presentaron un centenar de comunicaciones. Entre éstas destaca la que presentó Cajal, cuando ya estaba en Barcelona, sobre la ley de la polarización dinámica de las neuronas.

I Congreso Médico-farmacéutico Regional
Participantes del Primer Congreso Médico-farmacéutico Regional (26-31 diciembre de 1891),
una de las últimas actividades del Instituto Médico Valenciano. Biblioteca y Museo Historicomédico, Universitat de València.

Es menester mencionar la pervivencia de esta Institución extraacadémica (65). Ni la Sociedad Médica Matritense, El Instituto Médico Español, el Instituto Médico de Emulación, el Instituto Médico General de España, La Confederación Médica Española, la Asociación Médio-Farmacéutica y los Colegios médicos de 1893 –por mencionar sólo los de relieve nacional-, fueron capaces de mantenerse y desarrollar una actividad digna. Aunque no bien estudiado, parece que la desidia, las rencillas y las envidias personales fueron los principales motivos de que ninguna de estas asociaciones llegara a buen puerto. El éxito del Instituto Médico Valenciano estaría, quizás, en el atenimiento estricto a la consecución de sus objetivos pregonados desde el principio. Los repetiremos una vez más. (1) Mejora de la clase en un doble aspecto: defensa del grupo profesional y apoyo a las reivindicaciones que planteó la asistencia médica rural; (2) unión y fraternidad; y (3) Cultivo de la ciencia.

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El Boletín del Instituto Médico Valenciano
Desde las primeras reuniones del Instituto ya se quiso fundar un periódico. Fue el Boletín del Instituto Médico Valenciano, portavoz y órgano oficial de la Corporación. La publicación se mantuvo desde 1841 a 1897 y se podía obtener previa suscripción.

En un principio la impresión del Boletín se hizo con caracteres muy pequeños, tamaño folio y a dos columnas, lo que dificultaba su lectura. En 1850 adoptó el tamaño de cuarto mayor y desaparecieron las dos columnas. A partir del volumen seis (1856) se mejoró la composición y la tipografía para hacerlo más legible. Algún año, por la precaria situación económica, no se publicó; fue el volumen 22 correspondiente a los años 1891 y 92, del que sólo quedaron dos folletos relativos a las sesiones públicas, con sus reseñas históricas, y los extractos de actas que figuran en el volumen correspondiente a 1893. También se aprecian variaciones en lo que se refiere a las calidades del papel utilizado y de la impresión.

Salvo los cuatro últimos volúmenes, que son anuales (1893, 1894, 1895 y 1896), y los dos primeros, que abarcan cinco y cuatro años respectivamente, el resto recoge los números correspondientes a dos o tres años.

En un principio se pensó en publicar un número mensual, pero la euforia de los inicios llevó a plantear la necesidad de duplicar. Se planteó “aumentar los conocimientos de los socios”, dar cabida a artículos originales, incluir mayor número de noticias y descubrimientos divulgados en los diarios de medicina, cirugía y farmacia nacionales y extranjeros, además de incluir las disposiciones de la Sociedad Médica General de Socorros Mutuos. La duplicación comenzó en abril de 1843 con una paginación correlativa para formar volumen. La decisión, no obstante, no se prolongó más allá de un semestre. En las Juntas del 4 y del 7 de diciembre (66) se informó del gran retraso que había acumulado la publicación y de la falta de suscripciones, circunstancias que se atribuyeron a la inestabilidad política. Se acordó volver a publicar un número mensual a partir de octubre, aunque se mantuvo el criterio de la paginación correlativa de los números.

Los buenos propósitos no llegaron a cumplirse por lo que se redujo el número de páginas. Éstas dieron cabida a las actas y acuerdos del Instituto; las informaciones de la Sociedad General Médica de Socorros Mutuos, ya que el Boletín fue declarado órgano oficial de la misma; decretos y reales órdenes relacionados con la medicina publicados por la Gaceta Oficial de Madrid; el resto incluía artículos y memorias producidas por los socios y, a falta de éstas, de traducciones de trabajos publicados en la prensa extranjera (67), aunque no hizo falta, porque llegó a reunirse material abundante.

En 1850 se acordó no sobrecargar el Boletín con trabajos extensos, que se publicarían en pliegos independientes. Dos años más tarde se produjo una acumulación de artículos, lo que llevó a tomar la decisión de ampliarlo a treinta y dos páginas con cubiertas en color, donde se insertaran anuncios, vacantes, etc. La suscripción se puso en 24 reales al año, el director de redacción fue Juan Peralta, con el asesoramiento de Joaquín Rodrigo y Pertegás, que había sido el alma del Boletín durante más de diez años. La redacción se amplió a doce socios residentes y a dieciocho corresponsales, distribuyendo los primeros en las secciones de “Medicina y cirugía”, “Efemérides”, “Revista de periódicos científicos nacionales y extranjeros”, y de “Farmacia y ciencias auxiliares”. Se acordó asimismo publicar un artículo por sección. Este esquema (68) fue el que, básicamente, prevaleció a lo largo de la vida de la Revista.

Los miembros del Instituto se dieron cuenta de la importancia que tenía el mantenimiento del Boletín, de publicar un periódico científico que pudiera salvar los continuos cambios revolucionarios y gubernamentales, las vicisitudes políticas, y fuera más allá de la ciencia contenida en los libros y tratados, así como de las aulas. Pensaron que se lograría esta meta si se estimulaba el debate, se analizaban las nuevas corrientes, ideas y teorías, se recogía la información clínica y práctica particular o de los hospitales, etc.

Con la finalidad de evitar problemas, en un principio se prohibió absolutamente dar cabida a la discusión de principios políticos así como hacer mención de partidos. Se estimuló, en cambio, la inserción de abundante información de carácter legal y de los aspectos más polémicos en defensa de los profesionales y, más concretamente, de la unión de los mismos. Se trata, por tanto, de literatura de tipo corporativo. La información de carácter científico, es decir, trabajos originales, reseñas bibliográficas, noticias científicas, etc., ocupó, al principio, un lugar secundario.

Con el tiempo la tendencia se invirtió como hemos visto más arriba. Lo oficial quedó expuesto en forma muy resumida y pasó a primer plano la publicación de trabajos científicos originales de los socios, el extracto o traducción de artículos extranjeros, y reseñas y noticias de libros tanto nacionales como internacionales. Se cuidó de forma especial la publicación de los trabajos premiados y siempre hubo espacio para la historia de la medicina. Aún cuando el tipo de historia que se hacía entonces es muy diferente a la que hacemos en la actualidad, hay que valorarla en su justa medida porque no es más que un eslabón de una cadena que llega hasta hoy. En cuanto a la índole de los trabajos (histórico-médicos) que acogió el Boletín, tras una etapa inicial de artículos divulgativos carentes de rigor, y a través de diversas actividades de promoción, la investigación histórico-médica valenciana se desarrolló en el seno de la institución y prácticamente sólo en torno a ella hasta el tránsito al siglo XX. Cabe destacar por encima de todo que la incorporación de la Historia de la Medicina a la ciencia positiva, atenida a las fuentes impresas primero, y enseguida a las manuscritas, se desarrolló en Valencia vinculada estrechamente a la labor del Instituto. Podemos distinguir tres grandes hitos de esa incorporación valenciana, excepcional en el panorama español, a la moderna investigación histórico-médica, y los tres se produjeron en el seno de la institución. El primero es sin duda la publicación del Bosquejo histórico de la medicina de Valencia de Juan Bautista Peset y Vidal, entre 1863 y 1866; el segundo, la creación en 1878 de una sesión anual dedicada a figuras históricas de la medicina valenciana; y el tercero, aunque por razones diferentes, la publicación en 1896 del discurso sobre Vicente García Salat de José Rodrigo Pertegás, que es sin duda el primer profesional de la medicina valenciana que se dedicó en exclusiva, a partir precisamente de esa publicación, a la Historia de la Medicina (69).

En la última etapa de publicación del Boletín afloraron de nuevo los problemas económicos. En diciembre de 1882, coincidiendo con la última reforma de los Estatutos del Instituto Médico Valenciano, la publicación se redujo a dieciséis páginas y se autorizó la edición de los trabajos premiados a costa de sus autores (70). En el año 1887 se admitieron anuncios en las cubiertas con el objetivo de sufragar los gastos y también se aprobó incluir grabados que ilustraran los trabajos científicos (71). En el mes de septiembre de 1890 continuaron los problemas económicos y se acordó publicar en un solo volumen todo lo que quedaba del año incluyendo la sección oficial y el discurso apologético de Peset Cervera (72). En mayo de 1892 el doctor Quesada se ofreció a publicar el Boletín a sus expensas bajo determinadas condiciones. Sin embargo, estaba cerca la fusión con la Asociación Médico Farmacéutica, y se dejó la decisión en suspenso. La producción científica mantuvo, no obstante, un nivel digno, pero, como observa Severino Teruel, “la progresiva desaparición de los últimos socios fundadores, y la indolencia y frivolidad que invadía a los socios, que llegan a discutir el uniforme que debía llevar el portero o la insignia que debían usar los socios, da al traste con esta prestigiosa publicación” (73) .

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Relación del Instituto con otras instituciones
El Instituto Médico Valenciano mantuvo relaciones con instituciones nacionales y extranjeras, e intercambió con sus publicaciones, el Boletín.

Entre las instituciones, sociedades y grupos podemos mencionar:

Academia Científico-literaria Católica
Academia de Ciencias Naturales
Academia de Ciencias Naturales y de Arte de Barcelona
Academia de Emulación de Ciencias Médicas
Academia de Esculapio
Academia de Legislación y Jurisprudencia
Academia de Medicina de París
Academia de Medicina de París
Academia de Medicina y Cirugía de Granada
Academia de Medicina y Cirugía de Murcia
Academia de Medicina y Cirugía de Valladolid
Academia Médica de Emulación de Santiago de Compostela
Academia Médico-quirúrgica Matritense
Academia Quirúrgica Mallorquina
Academia Quirúrgica Matritense
Agencia Médica Aragonsea
Asociación Médica Arundense
Asociación Médica de Jérez
Asociación Médico-quirúrgica de Ávila
Ateneo Casino Obrero
Ateneo Científico, Literario y Artístico
Ateneo Mercantil
Colegio San Pablo
El Liceo
Establecimiento Nacional de Vacuna de Inglaterra
Instituto de Ciencias Médicas de Murcia
Instituto Médico Alicantino
Instituto Médico de Puerto de Santa María
Instituto Médico Español
Instituto Médico Reusense de Vacunación
Instituto Palentino de Ciencias Médicas
Lo Rat Penat
Sociedad de Ciencias Médicas de Lisboa
Sociedad de la Propagación y Mejora de la Educación del Pueblo
Sociedad Económica de Amigos del País
Sociedad de Ciencias Médicas de Lisboa
Sociedad Médica de Indre et Loire
Sociedad Valenciana de Agricultura, Industria y Comercio

Entre las publicaciones que intercambió con el Boletín, podemos citar las siguientes:

Boletín de la Academia de Ciencias naturales y Artes de   Barcelona
Boletín de la Sociedad Físico-médica de Erlangen (Prusia)
Boletín de Medicina, cirugía y farmacia
Divino Vallés
El Boletín de Minas
El Denunciador Científico
El Folletín Bibliográfico
El Iris
El Liceo Valenciano
El Popular
El Semanario de Medicina
El Semanario de Palma
Establecimiento Nacional de Vacuna de Inglaterra
Gaceta Médica de Bélgica
Gaceta Médica de Bélgica
Interés profesional
La Alambra
La Biblioteca Médica Sevillana
Los Archivos Homeopáticos
Revue médicale

Sin duda, éste es uno de los aspectos que requeriría una investigación en profundidad. Por ejemplo, el 23 de junio de 1878 se celebró en Lieja un homenaje a Theodor Schwann, del que luego se publicó la memoria o Liber Memoralis en Dusseldorf, en 1879. De España se sumaron la Facultad de Medicina de Valencia y el Instituto Médico Valenciano. El presidente del Instituto era entonces Francisco Navarro, y el vicesecretario, José Donday. Navarro era también el decano de la Facultad y Julio Magraner era el secretario. El libro recoge los mensajes tanto del Instituto como de la Facultad. El primero señala en el comienzo:

“El Instituto Médico Valenciano (España) que os reconoce como autor de las renombradas Investigaciones microscópicas sobre la analogía de estructura entre los animales y las plantas, al saber que vais a ser objeto de una brillante y merecida felicitación por parte de vuestros discípulos y compañeros en el cumplimiento del cuadragésimo año de profesorado, no duda un instante en adherirse a esta solemnidad, rindiéndoos el homenaje de alta consideración y respeto que tan justamente os profesa…”

Termina la felicitación comentando la importancia que ha tenido para la medicina la formulación de la teoría celular. Llama la atención que, de España, sólo Valencia concurriera a este homenaje.

La labor del Instituto, que puede seguirse a través de su órgano de expresión, el Boletín, fue inmensa y superó los objetivos fundacionales: ayudó a mejorar la unión profesional, a protegerse de los instrusos y a organizar la medicina rural. Su actividad higiénico dietética fue destacadísima: intervino en las epidemias locales (lepra del Maestrazgo, triquinosis de Villar del Arzobispo, fiebres intermitentes y cólera), desarrolló campañas de vacunación y contribuyó a la higiene local en lo que a urbanismo, higiene y policía santitaria, y beneficencia se refiere. El desarrollo de los aspectos científicos fue notable tanto en las ciencias básicas, como en las clínicas, la cirugía y las especialidades, con sus naturales altibajos. Y todo esto a pesar del escaso o nulo soporte económico y de las instituciones políticas y gubernativas en los momentos más difíciles.

Al Boletín del Instituto Médico Valenciano le debemos los historiadores de la medicina del siglo XX numerosas pistas relativas, no sólo a la medicina valenciana, sino a la española. Fue Severino Teruel el primero que estudió el Instituto Médico Valenciano a través del Boletín de una forma más pormenorizada (74), pero, pasados ya unos años, se hace necesaria una revisión en profundidad que incluya también labor de archivo. De momento el Instituto Médico Valenciano y el Instituto de Historia de la Ciencia y Documentación López Piñero, de la Universidad de Valencia y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, han hecho el esfuerzo de digitalizar la que quizás es la única colección más completa del Boletín y ofrecerla a los médicos, a los historiadores, a los investigadores y al gran público interesado en su pasado.

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Notas bibliográficas

1. BIMV, 1841, 1: 3

2. Sobre la pervivencia del Instituto véase Albarracín Teulón, A. La pervivencia de una institución: el Instituto Médico Valenciano. En: Actas del III Congreso Nacional de Historia de la Medicina, Valencia, 1969, vol. 2, pp. 405-412.

3. La iniciativa partió de los redactores del Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia. Sus bases fueron redactadas por Mateo Seoane, mariano Delgrás, Méndez Álvaro, Seco, Baldor, y Nieto Serrano. Sus objetivos fueron dos: proporcionar toda la instrucción posible, y contribuir a la unión, decoro y bienestar de la clase. No llegó a funcionar bien y en 1842 se unió a la Academia de Emulación de Ciencias Médicas, constituyendo el Instituto Médico de Emulación.

4. Véase Albarracín Teulón, A. La participación del Instituto Médico Valenciano en l defena y unión de las clases médicas. En: Actas del III Congreso Nacional de Historia de la Medicina, Valencia, Sociedad Española de Historia de la Medicina, vol. 2, 1969, pp.397-404.

5. Véase, por ejemplo, Carr, R. España, 1808-1975. 5ª ed., Barcelona, Ariel, 1990; Comellas, J.L. Historia de España contemporánea. Madrid, Rialp, 1988.

6. Véase López Piñero, J.M. La literatura científica en la España contemporánea, en: Historia general de las literaturas hispánicas. Barcelona, Vergara, 1967, vol. 6, p. 678.

7. Véase López Piñero, J.M. (dir.) Historia de la medicina valenciana. 3 vols., Valencia, Vicent Garcia Editors, 1888-1889; López Piñero, J.M. La ciencia en la España del siglo XIX. Madrid, Marcial Pons, 1992; López Piñero, J.M, Báguena, M.J., Fresquet, J.L., Barona, J.L., López , M.L., Pardo, J., Salavert, V. Las ciencias médicas básicas en la Valencia del siglo XIX. Valencia, Edicions Alfons el Magnànim, 1888.

8. Peset, M. (Coord.). Història de la Universitat de València. 3 vols., València, Universitat de València., 1999

  9. BIMV, 1841, 1, 1-3

10. Báguena, M.J.; Barona, J.L.; Fresquet, J.L. et al. Las ciencias médicas básicas en la Valencia del siglo XIX. Valencia, IVEI, 1988

11. BIMV, 1841; 1: (4), 1-4

12. BIMV, 1841; 1: (5), 5; (6), 5

13. BIMV, 1842; 1: (12), 7; (13), 6; (14), 3

14. BIMV, 1841; 1: (7), 3; (8); 2

15. Fresquet Febrer, J.L. La Farmacoterapia en la sociedad española del siglo XIX. Valencia, Universitat, 1987.

16. BIMV, 1846; 2: 98

17. BIMV, 1846; 2: 85

18. BIMV, 1846; 2: 111

19. BIMV, 1847, 2: 275, 289, 297, 305

20. BIMV, 1854-55; 5: 96, y 1656-57; 6: 98-99

21. Aparicio García, J. Reseña histórica del Instituto Médico Valenciano correspondiente a 1866. BIMV, 1867; 10: 73

22. Véase Laín Entralgo, P. Historia de la medicina. Barcelona, Salvat, 1977; López Piñero, J.M. La medicina en la historia. Madrid, La Esfera de los libros, 2002.

23. Peset Mancebo, M. Juan Bautista Peset y Vidal (1821-1885) y la transición de la medicina anatomoclínica a la de laboratorio. Valencia, Servicio de publicaciones, 1997

24. BIMV, 1868; 11: 18

25. Véase López Piñero, J.M. Enrique Ferrer y Viñerta (1830-1891) y la revolución quirúrgica en Valencia. Ajuntament de València, 2000.

26. BIMV, 1851; 3: 366; 379; 401; 423

27. BIMV, 1852; 4: 70

28. López Piñero, J.M. La ciencia en la España del siglo XIX. Madrid, Marcial Pons, 1992

29. López Piñero, J.M. La Facultad de Medicina de Valencia (1502-2002). Breve historia de medio milenio. Valencia, Facultad de Medicina, 2002

30. Sobre Campá, véase Bertrán Rubio, E. Apuntaciones para una biografía del Dr. D. Francisco Campá y Porta. Barcelona, Imp. J. Jesús, 1892. Sobre el nacimiento de la especialidad véase Donat Colomer, F. El nacimiento de la especialidad tocoginecológica en Valencia a través del periodismo especializado. Valencia, tesis licenciatura, 1975

31. Navarro Pérez, J. Los estudios sobre la salud pública en la ciudad de Valencia (1880-1900) de Constantino Gómez Reig. Valencia, Ayuntamiento de Valencia, 1994.

32. López Piñero, J.M. Cajal. Madrid, Debate, 2000, y Vera Sempere, F. Santiago Ramón y Cajal en Valencia (1884-1887). Valencia, Calabria, 2001

33. BIMV, 1887; 20: 252

34. BIMV, 1887; 20: 161

35. BIMV, 1887; 20: 193

36. BIMV, 1887; 20: 7

37. BIMV, 1887; 20: 129; 161

38. BIMV, 1889; 21: 53

39. BIMV, 1889; 21: 108

40. BIMV, 1890; 21: 302

41. BIMV, 1877; 15: 163; 179

42. BIMV, 1883; 18: 35

43. BIMV, 1884; 18: 354; 365

44. Véanse los trabajos introductorios a Jaime Ferrán, Amalio Gimeno, Inocente Paulí: Lainoculación preventiva contra el cólera morbo asiático (1886). Valencia, Conselleria de Sanitat i Consum, 1985, pp. 3-71.

45. BIMV, 1882; 17: 334

46. BIMV, 1880; 17: 93; 111; 139; 142; 171; 174

47. BIMV, 1885; 19: 222; 224; 226; 228; 229; 251; 271; 294; 297; 302; 320; 322

48. BIMV 1890; 21: Pag. independiente

49. Lledó Matoses, S. “La nueva cirugía antiséptica” (1882) de Juan Aguilar y Lara. En: Actas del III Congreso Nacional de Historia de la Medicina. Valencia, 1969, vol. 2, pp. 503-508

50. BIMV, 1887; 20: 321; 353

51. BIMV, 1873; 13: 210

52. BIMV, 1873; 13: 89; 124; 141; 190

53. Tortajada Martínez, M. El nacimiento de la moderna toco-ginecología en Valencia. Estudio de la obra de los catedráticos Campá y Candela. Valencia, Real Academia de Medicina, 1997

54. BIMV, 1887; 20: 156

55. Sobre el nacimiento de la especialidad oftalmológica en Valencia, véase Cabrera Peset, L. La constitución de la oftalmología como especialidad en Valencia. Estudio a través de las publicaciones médicas (1841-1900). Valencia, Tesis doctoral, 1996.

56. BIMV 1885; 19: 113-121

57. BIMV 1883; 13: 189-193; 205-211

57. BIMV 1883; 13: 189-193; 205-211

58. BIMV, 1895; 25: 1-6; 25-33; 113-123

59. BIMV, 1887-88, 20: 159 y 188

60. BIMV, 1885-86, 19: 352-353

61. BIMV, 1884, 18: 368.

62. BIMV, 1885, 19: 47

63. BIMV, 1885, 19: 196, 221, 222

64. BIMV, 1895, 25: 60-61

65. Véase Albarracín Teulón, A. La pervivencia de una institución: el Instituto Médico Valenciano. En: Actas del III Congreso Nacional de Historia de la Medicina. Valencia, Sociedad Española de Historia de la Medicina, vol. 2, pp. 405-412.

66. BIMV, 1843, 1: 122

67. BIMV, 1844, 1, 128

68. BIMV, 1852-53; 4: 40

69. Véase Aguirre Marco, C. El Instituto Médico Valenciano y la historia de la medicina. En: Instituto Médico Valenciano. Conferencias conmemorativas 2001 y 2002. Valencia, Instituto Médico Valenciano, Unidad de Historia de la Medicina, 2002, pp. 179-190.

70. BIMV. 1883-84, 18: 123

71. BIMV, 1887-88, 20: 252

72. BIMV, 1893; 23: 186

73. Teruel Piera, S. La medicina en Valencia (1841-1892), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1974, p. 26

74. Teruel Piera, S. La medicina en Valencia (1841-1892), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1974

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